La primera vez que ocurrió el
escepticismo era comprensible. La prensa
lo refirió casi a modo de chiste. No sólo los medios de comunicación, sino la
opinión pública en general consideraron que las declaraciones del Ministro
del Poder Popular para la Energía eran poco fiables. En realidad yo, al igual que gran
parte de la población, estaba convencido
de que todo había sido cuestión de incompetencia gubernamental. Otros insistían
con ridícula vehemencia, en insinuar que lo ocurrido fue el resultado de un impecable plan de sabotaje por parte de supuestos grupos desestabilizadores. Y sin embargo, ni siquiera ellos podían creer en la descabellada explicación dada por el ministro.
En el Departamento de Biología de
Organismos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas el
escepticismo no era menor, sin embargo después de examinar la evidencia - y de
estudiar algunos especímenes que lograron capturar- los científicos fueron los
primeros en entender las terribles consecuencias del descubrimiento. Trataron
de alertar pero nadie les prestó mucha atención. Luego de publicar los
resultados de su investigación, en una reconocida revista internacional,
decidieron olvidar el asunto.
Cuando la gente comprendió que era necesario
tomar acciones ya era demasiado tarde.
Pocos se podían haber imaginado que las iguanas acabarían comiéndose por
completo al sistema eléctrico nacional.