viernes, 3 de octubre de 2014

Nada de WATITOTUTUMATI*


La princesa está triste…
¿Qué tendrá la princesa?”
Rubén Darío











En un país muy pero muy lejano, hace tiempo que vivía una princesa que no conocía el fracaso. El rey no quería que su hija sintiera alguna vez el sufrimiento de la derrota, y por eso al nacer la niña, ordenó a todos sus súbditos que la dejaran ganar en todo lo que ella hiciera. Pasaron los años y todos en el reino cumplían la voluntad del rey. La niña creció y como todo salía como ella quería pronto se volvió egoísta y caprichosa. Se la pasaba burlándose de la gente y se creía mejor que los demás porque a ella nunca le había salido nada mal.

Un día llegó un príncipe que no sabía nada de las costumbres de ese reino. Y mientras jugaban a las carreras ocurrió lo impensable...¡ El príncipe le ganó a la princesa! Al principio la princesa se sintió confundida: “¡Qué raro! ¡Esto nunca me ha pasado! ¡Yo soy perfecta, no puedo perder!” Así que decidió retar de nuevo al príncipe. Pero cuando volvieron a correr… ¡El príncipe le volvió a ganar! Entonces la princesa se puso a llorar, y a llorar, y a llorar. Se puso tan triste pero tan triste que no quería salir de su habitación. 

Pasaron los días y sin importar lo que los súbditos hicieran, nadie podía consolar a la princesa. El príncipe fue a buscarla y le dijo que esta vez le iba a dejar ganar, pero eso no la hacía sentir mejor. Sólo seguía llorando y llorando. Fue el cocinero a llevarle uno por uno sus dulces favoritos, pero la princesa no mejoraba de ánimo. Fue el mejor bufón del reino, pero tampoco logró que la princesa saliera de su habitación. ¡El pobre rey no sabía qué hacer! ¡Nadie lograba que la princesa se sintiera mejor! Poco a poco el país se cubrió de pesimismo y tristeza. 

Pasaron los meses, y en cierta ocasión, llegó al palacio un mago poderoso y sabio llamado Manturano. El mago le pidió al rey que le contara el motivo de que en ese reino la gente estuviera tan triste. El rey le contó lo ocurrido con la princesa y como nadie la podía consolar. Entonces el mago le dijo al rey: “No se preocupe, su alteza, déjeme hablar con ella. Yo haré que toda la gente de este reino vuelva a sonreír”.

 Al principio la princesa no quería hablar con él. Pero Manturano hacía magia tan interesante  y parecía saber tantas cosas que pronto a la princesa le dio curiosidad. Cuando Manturano se ganó la confianza de la princesa, ella le dijo que había perdido contra el príncipe y que la razón por la cual lloraba era porque se había dado cuenta de que era una fracasada. Manturano le pregunto cuantas veces lo intentó, y ella le dijo que lo había intentado dos veces y que las dos veces perdió. ¡Era imposible  ganarle al príncipe! Y así como perdió en la carrera la princesa tenía miedo de fracasar en cualquier otra cosa que intentara hacer. Entonces le dijo Manturano: “No hay nada de malo en fracasar. Si fracasas hay que intentarlo y esforzarse más hasta conseguirlo. Peor que perder, princesa,  es la gente que decide no seguir intentándolo”. “¿A la gente que se rinde cómo se les llama? ¿rendidora…?”, preguntó la princesa. Y Manturano que era un mago inteligente y estudioso, le respondió: “No, princesa. La gente que se rinde sin intentarlo de nuevo se les llama Watitotutumati. Así que no importa las veces que pierdas, lo que importa es que no seas una Watitotutumati”. ¡Entonces la princesa dejó de llorar y desde ese día decidió que no sería nunca jamás una Watitotutumati! 

La princesa volvió a perder en muchas ocasiones, pero no se rindió nunca y seguía intentándolo hasta que lograba ganar. Entendió que no  importaba si  a veces perdía porque aprendía mucho y se divertía intentándolo de nuevo. Cuando la princesa creció fue una reina muy querida por su pueblo porque sin importar que tan difícil eran los problemas que habían ella gritaba “¡NADA DE WATITOTUTUMATI!”,  y nunca se rendía hasta encontrar una solución.

Rafael E. Figueredo O.

*Esta historia está basada en una anécdota de Ottnayver Cadena